jueves, 19 de agosto de 2010

La Picaresca Sevillana


Durante los siglos XVI y XVII, el puerto de Sevilla pasó por ser el más importante del España debido en gran parte a que todo el comercio de las Américas estaba centralizado en el mismo, y allí se hallaban establecidos comerciantes de diferentes países.

Sin duda este era un mejor caldo de cultivo inmejorable que ejercía de imán para todos los pícaros de la época.

Ángel González Palencia en su obra La España del Siglo de Oro retrata acertadamente al pícaro de esta manera: "... es producto del orgullo nacional, en una clase de gentes no habituadas al trabajo, y que viven de ciertos servicios, y no se avergüenzan de comer la sopa de los conventos. Literariamente es el pícaro, hombre que, sin ser verdaderamente criminal, pertenece al hampa; tiene pocos o ningunos escrúpulos, particularmente en proporcionarse medios de mantenimiento; es humano, buen creyente, aunque pecador; no está habituado en modo alguno al trabajo regular y constante, sino que es perezoso y holgazán; su ocupación normal es la de servir a otro; hurta pero no roba, es astuto, ingenioso e imprevisor y simpático".

Probablemente los pícaros más universales fueron Rinconete y Cortadillo, de los cuales nos contaba Cervantes que llegaron a nuestra ciudad más por amor al dinero que por escapar de miseria alguna.

Rincón y Cortado no actuaban solos, sino dentro de una estructura delictiva (tenían estructuras, probablemente de taberna) que ejercía su oficio por toda la ciudad y cuyo líder era Monipodio (que no Monopolio).

Monipodio es como un padre para el gremio y como tal se desenvuelve en esta comunidad. Es temido, admirado y querido por igual. Además posee una fuerte creencia religiosa.

Estos son los pícaros más famosos pero probablemente todas las épocas y ciudades han sufrido a los suyos propios. Ejemplos más cotidianos y actuales de la típica “Escuela de Picaresca Sevillana”  bien pudieran ser los famosos Peito y Cuñao, aunque más que pícaros fueran tristes marionetas.

Pillería, trampa, engaño, estafa, timo, fraude, cuento, artimaña, etc... Un “arte” que tiene tantos nombres como formas de hacer.

Aceitunas de Jaén, Petisú de Lleida, Solitario Cherishev, Pascual ante el Español, Besos de Santander, Vallecano Arzanda, Llantina al cordobés, herculina o gaditana, manifestaciones teledirigidas, etc, etc, y un interminable etc.

Idiosincrasia, Personalidad, Condición, Estilo…

Llámenlo como quieran.

Se resume en una sola frase:
“A Dios rogando y con el mazo dando”.

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